Empresas culturales

Concepto

La Unesco ha definido las empresas culturales como «aquellas que forman parte de sectores de actividad organizada que tienen como objeto principal la producción o la reproducción, la promoción, la difusión o la comercialización de bienes, servicios y actividades de contenido cultural, artístico o patrimonial».

Siendo más común el uso de la expresión «industria cultural» –sustituida a partir de la década de 1990 por su plural «industrias culturales» y añadiendo el término «creativas», en siglas ICC–, se pueden distinguir claramente dos grandes grupos: aquellas basadas en la reproducción industrial de contenidos y el sector de la pequeña y mediana empresa que mantiene la producción cultural a menor escala.

Desde que en 1948, Theodor Adorno y Max Horkheimer comenzaran su teorización sobre los cambios que el modelo industrial estaba provocando tanto en la definición de la cultura como en el acceso a la misma –«el arte ha pasado a ser una fuente de gratificación para ser consumido»–, el concepto de industria cultural tal como fue definido por la Escuela de Frankfurt ha sufrido notables modificaciones, impuestas en gran medida por los avances tecnológicos y su diálogo con el ámbito creativo.

A partir de la década de 1970, el singular «industria cultural» pasa al plural «industrias culturales», con definiciones de carácter estrictamente socioeconómico.

Interesantes han sido los debates sobre qué sectores concretos podrían formar parte de las empresas culturales. «Los productos intangibles derivados de creaciones simbólicas» se han concretado en: artes escénicas, artes plásticas, artesanías, audiovisuales y medios de comunicación, diseño y publicidad, editorial, gestión cultural, moda y accesorios, y música y danza. Son innumerables y nunca inocentes los debates acerca de cuáles han de ser los subsectores arropados bajo la etiqueta ICC. La incorporación, por ejemplo, de la noción de industrias del ocio, la industria juguetera o el sector de la moda, ha traído consigo suspicacias. Ciertamente aumentan la estadística respecto a la aportación de la cultura al PIB. Según datos del Ministerio de Cultura español, en 2011 las empresas culturales generaron el 4% del PIB español, adscribiéndose a su sector 750.000 empleos. De modo similar, según datos de la Unión Europea, más de 8 millones de personas en Europa trabajan en las ICC.

 

Análisis

Las empresas culturales se caracterizan por su doble naturaleza: la económica, centrada en la generación de riqueza y empleo, y la cultural, generadora de valores, sentido e identidades. El centro de la actividad de las empresas culturales se sitúa alrededor de la creatividad y sus productos, combinando la creación, la producción y la comercialización de contenidos, que pueden tomar la forma de bienes y servicios. Las empresas culturales crean un acceso democrático a la cultura y atienden y promueven demandas simbólicas, transformando dicho aspecto simbólico en económico y aportando valor añadido, especialmente en el ámbito educativo.

Es en la década de 1990, con la implantación del término economía creativa y conla consolidación de las políticas culturales, cuando se experimenta un mayor crecimiento del sector. También es entonces cuando se categorizan las empresas del sector en función de su financiación: las empresas que utilizan la financiación directa a través de la venta de sus productos (discos, libros, cine, vídeo) y las que utilizan la financiación indirecta, obteniendo sus beneficios de los ingresos publicitarios y resultando, en su mayor parte, gratuitas para el consumidor (medios de comunicación). Como podemos observar, Internet y la democratización de su uso han dinamitado esta diferenciación, obligando a los creadores a ensayar nuevas fórmulas de difusión y distribución, así como nuevas estrategias financiadoras (fundraising, crowdfunding…), que han traído consigo el debate sobre la autoría y la propiedad intelectual.

Pero quizá una de las funciones más relevantes del sector, precisamente por su pro- ducción de imaginario simbólico, es la de la reproducción ideológica y social. Si tenemos en cuenta la hegemonía productora y distribuidora de las industrias culturales estadounidenses, podremos entender mejor el papel que ha venido desempeñando la Unesco en la defensa de la promoción del emprendimiento cultural y las políticas de reafirmación del sector como estrategias para la cooperación al desarrollo.

Implicaciones

La reflexión sobre la globalización y la necesidad de proteger el acervo cultural de las comunidades con menor acceso a las herramientas de comunicación masiva no han hecho sino promover nuevas políticas de fomento de las industrias culturales, como las que está alentando la Unión Europea a favor de la creación de semilleros y centros de experiencias específicos para el área de las empresas culturales y creativas.

En España, podemos destacar la creatividad y el impacto de Bizkaia Creaktiva (http://bizkaiacreaktiva.com ) o el esfuerzo de Aecumad, Asociación de Emprendedores Culturales y Creativos de Madrid (http://aecumad.com/ ), por generar sinergias a nivel nacional. No queremos pasar por alto la iniciativa Fommec (http://www.fommec.org), que ha puesto en el centro del debate el trabajo a favor de los derechos culturales, apostando por la formación en emprendimiento cultural como estrategia para el desarrollo, en una red supranacional en la que colaboran Senegal, Níger, Colombia, Perú y Honduras. De forma más específica, iniciativas como el Cluster del Libro de Galicia ofrecen un modelo de cómo amalgamar diversas plataformas empre- sariales de forma concurrente en el ámbito de la lectura

Referencias

Adorno, T. y Horkheimer, M., 1988; NO EXISTEN COINCIDENCIAS

Bustamante, E. (ed.), 2011; NO EXISTEN COINCIDENCIAS

Rey, G. (2009), Industrias culturales, creatividad y desarrollo, Madrid: AECID.

Fecha de ultima modificación: 2014-04-21